La Atalaya

Pero este caso es algo diferente.
La Atalaya no representa ninguna novedad, no aporta ningún argumento nuevo pero presenta un estilo y unos giros argumentales cuando menos interesantes. La autora nos lleva de un comienzo tenso, trepidante, rústico, bien firme y con un argumento que si no original como mínimo es intenso a un nudo y desenlace completamente diferentes, donde los personajes superan a las situaciones planteadas inicialmente y donde la acción se resiente más pero al mismo tiempo el argumento alcanza nuevos retos.
Elisabeth A. Lynn nos plantea una novela con aires feministas, quizás más bien con aires de cambio, intentando demostrar que una historia fantástico-medieval también puede ser protagonizada por mujeres, demostrando que los sentimientos contradictorios, que el espíritu de lucha, que los héroes en definitiva, pueden encontrarse en los dos géneros.
Seguramente, el interés que tiene la autora por acercarnos esta otra realidad puede hacer que el argumento se resienta, que a veces parezca que se encalle y que otras lo encontremos demasiado acelerado, pero Lynn tiene la capacidad para crear algunos giros argumentales y soluciones finales poco esperadas y bien concebidas.
La novela es sólida y la autora consigue lo que se proponía: Sus personajes no caen en sentimentalismos baratos ni tampoco en acciones precipitates y gratuitas. De hecho éstos son los que llevan la voz cantante por encima la historia en sí. Lynn define muy bien los personajes y su personalidad, a veces maltratando el interés general del argumeto pero consiguiendo una cierta empatía con ellos.
La historia se cierra correctamente aunque existen dos novelas más que completan la trilogía (no publicadas ni en castellano ni en catalán todavía).
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